martes, 3 de junio de 2014

Puñado de arena blanca.

Le pusieron aquel puñado de arena blanca entre las manos. Le dejaron custodiar cada grano, transportándolo junto a ella dentro de un saquito de tela. Ese regalo aportaba luminosidad a su sonrisa..Formaba parte de ella, de su felicidad.
A medida que fueron pasando los años, algunos granos se perdieron en el viaje, haciendo más ligero ese complemento suyo del que ya no podía separarse.
En ocasiones muy puntuales, se permitía quitar el lazo que lo cerraba con delicadeza, para poder meter granos muy contados y nuevos en su interior.

A medida que pasaba el tiempo, ya no le importaba tanto su peso... Si la tela se rompia dejando escapar alguno... Simplemente cada vez que pasaba, asomaba su mirada por una ranurita para comprobar que los que tenían que estar estaban.

Quizá el paso de las hojas del calendario insensibilizaban ese afán relativo por mantener...

Quizá , el hecho de dejar a peter en el pasado, hacía que asumiéramos la temporalidad de muchas cosas, tambien de esas que sentimos tan vitales e imprescindibles en ciertos momentos.

En su caso, las vueltas de las agujas del reloj le habían regalado el conocimiento de la tranquilidad, el sentimentalismo sin exageraciones que cuando sentía tensionar el hilo de unión con un granito , tan sólo soltaba lastre dejándolo para que cada uno vuele con una corriente de aire distinta.

Épocas de transición controladas, que reforzaban lo que sentía, que fortalecían las uniones y separaciones mientras ella seguía mirando cascadas y respirando profundamente orgullosa de ese pedazo de tela mutado y en parte invariable.





                                 Arenas del tiempo que trasladan granos al camino y suman nuevos al peso de lo vivido.