Llamaron a la puerta. Dio un salto, se anudó la toalla y se
apresuró hacía ella a tanta velocidad como le permitían sus pies mojados y resbaladizos. Sin pensarlo dos veces, sin mirar
a través de la mirilla, su mano se lanzó fuertemente hacia la manilla abriendo
bruscamente.
El gesto le había resultado doloroso, puesto que se la había
clavado al no medir su entusiasmo.
Cuando hubo abierto, ya no había nadie al otro lado. Miró
hacía el felpudo y ahí se encontraba … Un papel que le mencionaba que su
paquete no había podido ser entregado y que volverían a intentarlo.
Ella deseaba aquello que le mandaban y con tanta ansia había
pedido… Pero nunca llegaba a tiempo. Siempre acababa encontrándose esa nota que
la invitaba a ser paciente, que la obligaba a ello sin que ella pudiera hacer
nada para remediarlo.
Ya le había sucedido unas cuantas veces…Tantas que ya se planteaba
que la culpa de su espera la protagonizaba quien veía en el espejo.
“Quizá tardé demasiado en salir de bañera”… “Quizá, sabiendo
que podían traerlo ese día, no debí salir a dar aquella vuelta”… Mil quizás que
cubrían de responsabilidad en primera persona su psyque.
Nadie entendía ese enfado que mostraba por no recibir
aquello… Ya llegará decían mientras pensaban en que no se podía ser tan
impaciente… Es una simple caja.
Llegó el día en que se relajó,se olvidó de aquella entrega
interminable, de aquel juego del gato y el ratón que parecía estar viviendo con
aquel repartidor.
Pasaron los meses, los años
quizá!… Llegó hasta tal punto que no recuerda cuantas agendas cerró para
no volver a abrir mientras ya no esperaba nada.
Y un día, de pronto, cuando ella se había liberado de
aquella presión más propia de un niño la noche de reyes que de un adulto, sonó
la puerta. Sonó como lo había hecho un millón de veces más sin descubrir al
otro lado lo que quería.
Abrió calmada, sin pensar en lo que en otra época la cubría
de prisa. Allí estaba aquel ratón escurridizo con una pequeña caja rodeada por
un lazo rojo. Ella sonrió desonfiada de que aquello no se pareciera a lo que había
querido.
Lo cogió entre sus pequeñas manos, se aproximó al sofá y lo
abrió.
"Nunca antes había valido tanto la pena una espera".