miércoles, 23 de octubre de 2013

La silueta en la cabaña.

Abrió los ojos y allí estaba, en esa cama. Aquella oscura habitación dejaba intuir la silueta de su acompañante. Su mente decidió no pensar, continuar dejándose llevar por la oscuridad. Alimentó los minutos de ese modo, con total ausencia de raciocinio, simplemente mirándole dentro de las posibilidades permitidas, sintiendo su respiración sobre su cara, mientras permanecía en los mundos de Morfeo.
Se levantó y sintió el impulso de salir de aquella cabaña. Se encontró frente a ella un camino precioso. Decidió caminar por él con la única compañía de la luna llena que hacía unas horas le ayudaba a intuir a su acompañante. Pero que ahora sólo la iluminaba a ella, al camino que tenía que hacer.
El ruído que sus pies producía paso a paso, le llamó la atención notablemente. Dirigío su mirada, esa que a todos llamaban la atención aún no teniendo nada de especial, hacía sus pasos. De pronto una sonrisa brotó de sus labios, sin poder ni querer remediarlo. Alguien le había regalado una alfombra de hojas. Cada vez que sus pies se movían lo hacían sobre ella, protegiéndola del frío suelo, decorando sus minutos con mil colores, fantásticos colores.
Había transcurrido un rato, cuando se dio cuenta de que había algo que no la dejaba avanzar de forma libre, algo que controlaba la distancia de cada paso…. Uno de sus tobillos llevaba anudada una cuerda que le recordaba el camino a casa, a aquella cabaña.
Era su decisión… Continuó pero de pronto, lo hizo pensando en todo.
La inercia , el Carpe diem extremo , le había llevado allí, a ese lugar increíble que no era capaz de disfrutar plenamente por la “línea de vida” que le recordaba cómo volver al pasado.
Miró por última vez a la luna, y esta le regaló la segunda sonrisa. Se agachó sobre ese lecho de hojas que eran un privilegio de protección y soltó el nudo de aquella fina cuerda que le unía a lo que ya conocía, a la seguridad de lo inseguro, a la intranquilidad que aporta a veces cierta falta de soledad…

Se despidió de la luna con un suspiro. Cerró los ojos, y cuando su largo y lento pestañeo hubo acabado se despertó en la cama de la cabaña… Su primera reacción fue buscar la figura que antes estaba allí respirando al ritmo del silencio. No estaba!.
Se echó a llorar…
Las lágrimas incontroladas recorrían sus pómulos… Cada gota deslizada era un paso hacia su tranquilidad, era una dosis de “posibilidades”, un granito de arena para construir una verdadera felicidad.
Había elegido la libertad de ser feliz.

En el momento en que el que encarnaba su pasado, se coló en sus sueños…. En ese momento ella decidió que tenía que echarle de su vida.

1 comentario: