Aquel espejo pasaba desapercibido para
quienes eran meros observadores del escenario. Pasaban junto a él
sin percatarse más que del reflejo obvio que provocaba como
cualquier otro.
Pero para ella no era un complemento
más de una decoración ya caduca.
Aquel vídrio era su refugio, sus ojos
a un interior propio que guardaba con esmero.
A la caída del sol, cuando llegaba a
aquellas cuatro paredes que no compartía con nadie, se colocaba
frente a él, y respiraba profundo.
Aquellos ojos, que nadie había
conseguido descifrar, aquellos que guardaban capítulos llenos de
letras incapaces de ser leídas, se dirigían noche tras noche hacia
ese trozo de secreto guardado.
Un reflejo que activaba el botón de
los pensamientos, de la reflexión audiovisual que transcurría
frente a sus ojos haciendo desaparecer el resto de la habitación.
Nunca nadie más que ella, sería capaz
de ver en ese lugar a su yo encerrado, a la persona que ya no formaba
parte activa de lo que era. Tan sólo veían el duplicado del cuarto,
nunca el duplicado del yo.
A pesar de que no era ella la que
paseaba en esa dimensión, a pesar de que el día que se desprendió
de esa versión "ya usada y nada nueva" de lo que fue sintió el desahogo
propio de quien vuelve a nacer... A pesar de todos los pesares, de
vez en cuando observaba gustosa ese, su yo contrapuesto, que opinaba
dándole el extremo contrario de su convicción.
Le hacía ver, aunque no consiguiera
nada, ese punto de vista tan virgen de la vida.
Podían convivir con una sonrisa, y es
lo que más le gustaba de los momentos propios protagonistas de su
rincón.
Hacía pocos meses, había tomado
decisiones generales pero sencillamente complejas.
Se había cansado del desequilibrio
ambiental, de los momentos teoricos, de las incertidumbres básicas
que no dejaban definir el trazo continuo de un día a otro.
Había escuchado mas de una vez lo
organizada que era, catalogando ciertos puntos para saber la sintonía
que traía adosada... Y como siempre que tomaba este tipo de
decisiones, había comenzado a activar alarmas, dando plazos cortos
con fecha ya marcada en la pared, para consentir hasta finalizar
capítulo.
El reloj de sus límites auto
establecidos corría, acabándose la arena de una inestabilidad
relativa que ella obligaba a simplificar...Quizá porque los miedos
que odiaba en otros,eran los suyos propios... Pero sus huesos rotos
por un pasado imperfecto, en ese espejo se reflejaban, para darle la
fortaleza temblorosa de arriesgarlo todo al rojo, aunque eso le
supusiera tenerse que agarrar a la mesa para disimular los nervios de
sus músculos.
Simplemente anhelaba que si la
descolocaban fuera con fluidez, con la naturalidad que aportan las vueltas
de las manillas de un reloj, paso a paso sin necesitar empujones...
Sólo necesitaba que las tortugas continuaran recorriendo aquellos
kilómetros, lentas pero sin pausas...
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