jueves, 6 de marzo de 2014

Tortugas.

Aquel espejo pasaba desapercibido para quienes eran meros observadores del escenario. Pasaban junto a él sin percatarse más que del reflejo obvio que provocaba como cualquier otro.
Pero para ella no era un complemento más de una decoración ya caduca.
Aquel vídrio era su refugio, sus ojos a un interior propio que guardaba con esmero.
A la caída del sol, cuando llegaba a aquellas cuatro paredes que no compartía con nadie, se colocaba frente a él, y respiraba profundo.

Aquellos ojos, que nadie había conseguido descifrar, aquellos que guardaban capítulos llenos de letras incapaces de ser leídas, se dirigían noche tras noche hacia ese trozo de secreto guardado.
Un reflejo que activaba el botón de los pensamientos, de la reflexión audiovisual que transcurría frente a sus ojos haciendo desaparecer el resto de la habitación.

Nunca nadie más que ella, sería capaz de ver en ese lugar a su yo encerrado, a la persona que ya no formaba parte activa de lo que era. Tan sólo veían el duplicado del cuarto, nunca el duplicado del yo.

A pesar de que no era ella la que paseaba en esa dimensión, a pesar de que el día que se desprendió de esa versión "ya usada y nada nueva" de lo que fue sintió el desahogo propio de quien vuelve a nacer... A pesar de todos los pesares, de vez en cuando observaba gustosa ese, su yo contrapuesto, que opinaba dándole el extremo contrario de su convicción.

Le hacía ver, aunque no consiguiera nada, ese punto de vista tan virgen de la vida.

Podían convivir con una sonrisa, y es lo que más le gustaba de los momentos propios protagonistas de su rincón.

Hacía pocos meses, había tomado decisiones generales pero sencillamente complejas.
Se había cansado del desequilibrio ambiental, de los momentos teoricos, de las incertidumbres básicas que no dejaban definir el trazo continuo de un día a otro.
Había escuchado mas de una vez lo organizada que era, catalogando ciertos puntos para saber la sintonía que traía adosada... Y como siempre que tomaba este tipo de decisiones, había comenzado a activar alarmas, dando plazos cortos con fecha ya marcada en la pared, para consentir hasta finalizar capítulo.

El reloj de sus límites auto establecidos corría, acabándose la arena de una inestabilidad relativa que ella obligaba a simplificar...Quizá porque los miedos que odiaba en otros,eran los suyos propios... Pero sus huesos rotos por un pasado imperfecto, en ese espejo se reflejaban, para darle la fortaleza temblorosa de arriesgarlo todo al rojo, aunque eso le supusiera tenerse que agarrar a la mesa para disimular los nervios de sus músculos.

Simplemente anhelaba que si la descolocaban fuera con fluidez, con la naturalidad que aportan las vueltas de las manillas de un reloj, paso a paso sin necesitar empujones... Sólo necesitaba que las tortugas continuaran recorriendo aquellos kilómetros, lentas pero sin pausas...







No hay comentarios:

Publicar un comentario