Continuaba (in)volucionando, en ocasiones hacia caminos que
no le apetecía recorrer.
Sus peculiaridades iban mutando, permaneciendo en esencia
pocas o ninguna de las que se daban por supuesto en calendarios pasados.Era un
buen ejemplo de que las vivencias nos cambian, aunque sea simplemente de cara a
nuestro público.
Seguía siendo una enamorada de las historias, incapaz de
enamorarse. Su descripción se le escapaba… Los ojos que la miraban veían algo
que para ella era desconocido.
Lo habitual es desconocer en qué momento, por qué razón, cambiamos… O
eso tengo entendido. Uno de esos puntos curiosos suyos era que sabía ponerle
fecha y hora a ese cambio… A ese deshielo parcial por su parte norte, y
fortalecimiento de sus defensas por su parte sur.
Maestra de libros escondidos, de relatos incansables que no
eran capaces de caducar.
Quizá llega un momento en el que la fuerza no desaparece,
pero se toma un respiro para dejarnos ser humanos por un rato… Y eso a ella la disgustaba profundamente.
Su fortaleza venía precisamente de la auto convicción de no
permitirse ciertos términos en su historia. Cuando pasaba el tiempo, en
ocasiones observaba que había dejado ciertos asteriscos a pie de página que
iban en contra de esa premisa tan indispensable suya.
Pequeñas licencias otorgadas al lector incorrecto, a la
historia incorrecta.
La claridad de sus palabras se veía difuminada por esos pies
de página con permiso firmado. Un único culpable conjugado en primera persona
del singular.
Era complicado… Sus alas continuaban adosadas a su espalda,
fuertes y grandes, pero llegó un día en el que se percató de que hacía
demasiado que no las batía. Ese reposo inconsciente, le enrabietaba por pura
culpabilidad… No podía enfadarse con nadie que no fuera ella misma.
Es fácil (demasiado fácil) señalar con el dedo y
culpabilizar a los demás, pero si algo le seguía quedando era precisamente que
no jugaba a eso.
El problema de jugar al azar es este… Los resultados no son
algo que controlemos, no podemos saber resultados antes de que ya estén
grabados a fuego en un cuaderno del que no podemos borrar ni una sola letra.
Posiblemente se había cansado hace tiempo de jugar con
cartas que fueran buenas o malas, no buscaban el órdago, no luchaban por ganar
la partida… Cartas que no eran responsables… Era ella la que dejaba,la que
permitia que sus contrincantes ganaran fichas que no les pertenecían.
Partidas perdidas sin poder señalar, más que en un espejo.
"Sus alas le echaban de menos, intentaban despertar sus ganas de volar."
Me encanta!!
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