miércoles, 18 de abril de 2012

Volvió.

Volvió a estar allí...

El río frente a ella, ese que tan bien conocía. La larga y descuidada hierba acariciaba su piel expuesta bajo aquel corto vestido rosa. El agua golpeaba las rocas, esas que año tras año permanecían allí acunando sus momentos cuando ella necesitaba recurrir a ese rincón de paz. Allí no hacía falta apagar la luz, preocuparse por las sombras... Los reflejos eran lo único que contaban.

Volvió a verse allí...

Con el viento ondeando su falda, mientras sus piernas plegadas eran el apoyo de su barbilla, permitiendole enfocar a la perfección el decorado. Permanecía con los ojos abiertos, sin saber muy bien el punto exacto en el que su mirada se posaba. Sus ojos se movieron de ese modo tan inquieto y tan característico...
Se fijó de nuevo, como hacía tiempo no lo hacía, en aquel tobillo desnudo de nacimiento, planificando con más fuerza que nunca su dibujo de destino.

Volvió a sentirse allí...

Sus ideas fluían de ese modo tan adorable en el que nada importaba, delineando los límites de los dos mensajes que quería que quedaran plasmados en algo que era sólo suyo, su piel.

Bases de fuerza, de ruptura, de renovación, de...tantas cosas que le recordaban hasta calar en sus huesos.
El plazo se acabó. Ya pasaba de regalar parte de su ser no acorazado a quien no apreciaba el esfuerzo de lo atemporal.

Último texto de una serie finalizada. Me encamo con una sonrisa distinta, de esas de las de hace medio año.
Diversificando, dando nuevas oportunidades temporales a retales del pasado lejano.

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