miércoles, 4 de julio de 2012

Un día regalado.

Los dos, uno frente al otro. Compartiendo vivencias, pensamientos, muchas carcajadas sin planificar.La noche aporta un calor atípico que brinda una tregua para que puedan estar en aquel lugar, lejos de tejados, de paredes y del  ruído de la gente. Curioso, que buscaran un lugar en el que el único testigo fuera el agua, ese que tanto le gustaba. Continuaban entre letras que sonaban a música, comodidad que no necesitaba ensayos, sonrisas de quien se conoce quedándoles mucho por conocer. Esas eran las compañías que más le gustaban, esas que por mucho que conozcas los lugares de su mapa, quedan otros tantos por descubrir.
El sol seguía bailando en el cielo dibujando su paso de lado a lado, comenzando a morir en el horizonte rojo. Su cámara tuvo un protagonismo notorio en aquel día, en aquella noche en la que el reloj murió como hacía mucho no lo hacía.
Le sorprendió verse a través de sus ojos, un reflejo puro de lo que no depende de ti. Su fortaleza era algo que a su acompañante le llamaba la atención, a pesar de que ella pensaba haberla dejado en gran parte en una época pasada. Le llamó la atención volver a escuchar aquello de que sus ojos, su mirada eran los únicos portadores de fracciones de fragilidad, de ternura. Los únicos que reflejaban partes de ella que no eran las que demostraba con sus pasos firmes, con su frialdad cínica, con su humor para todo que eliminaba hasta aquellas partes en las que debería haber un enfado.
Bastante sorprendida por las palabras de su interlocutor, ella desviaba ciertos temas encaminandolos a despersonalizar y "desprotagonizar" momentos, volviendo a la comodidad que tanto echaba en falta hacia un tiempo.
Era todo demasiado sencillo, increible en su haber.
Continuaron entre sonrisas, miradas, y palabras hasta que la noche comenzaba a morir en el cielo.
Una carroza de caballos le regaló la vuelta a casa, con un suspiro y un ¡Qué bien voy a dormir!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario