miércoles, 7 de septiembre de 2011

Cincuenta cruces en el calendario.


Sentada junto al río, con las piernas plegadas,apoyando la barbilla en sus rodillas. El ruído del agua es su único acompañante. Ese ruido que siempre la ha relajado hasta límites insospechados. Ese ruído que en plena civilización ha buscado en multitud de ocasiones para saciar su necesidad de tranquilidad.
Observaba las ramas que se perdían en aquellas aguas cristalinas que no dejaban nada a la imaginación.
Sus ojos se clavaron en su tobillo desnudo, el lugar dónde iba a quedar para siempre constancia de su nueva vida. Ya llevaba mucho tiempo pensando en aquello, pero desde que puso cincuenta cruces sobre el calendario, aquella idea había cobrado una fuerza más que notable. Sabía que dentro de poco aquel tobillo no volvería a ser el mismo, iba a perder la pureza que se le otorga en nacimiento.
Cerró los ojos y sonrió!
Esa parte de su cuerpo se iba a transformar en prueba viviente de lo que ella era ahora, sin que nadie pudiera llegar a entender jamás el alcance de su significado.

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