La noche continuó entre palabras, risas y momentos para el
recuerdo con aquella minoría conocida con la que ya lleva compartidas las
últimas cuatro vidas. Dentro de esa comodidad, de ese entorno que la hacía ser
ella al tres cientos por cien, se encontró con que había cosas que aún podían
sorprenderla. Sorpresa más que constante de aquellos cruces de miradas
puntuales. Ojos nuevos para ella que la miraban con intriga,mientras ella
devolvía la mirada con un toque de timidez.
Pasaron las horas como si hubieran pasado segundos mientras
las sonrisas regaladas y recibidas eran una constante de la noche.
La luna, su querida luna, decidió que tenía que dejar paso
al sol y se retiró bajo su mirada atónita, como ya venía haciendo desde hacía
unos meses.
La luz comenzó a bañar su escenario y el de sus compañeros
de juego. Eso no cambiaba nada, seguían sonriendo, seguían provocando sonrisas
a conocidos y no tan conocidos.
Miró el reloj, aunque no solía hacerlo. Las ocho de la
mañana habían pasado ya de largo, y esto ,sin saber muy bien por qué, hizo que
se sintiera muy agusto.Cogió la copa con ambas manos, gesto más que habitual en
ella cuando estaba totalmente relajada.
Un trocito de papel puso el broche a una noche especialmente
divertida, en la que ella regaló miradas a gente que no era “habitual”, y a
cambio recibió sonrisas y una historia que contar.
La luna nos regala millones de cosas, pero en ocasiones es
el sol el que las pone el lazo rojo.
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