sábado, 4 de febrero de 2012

Dormida.


Permanecía tumbada boca abajo con los ojos cerrados. Su melena se apoyaba en la almohada. Dormía, respirando con calma y serenidad. Perfecta definición de quietud, pensó él mientras tumbado a su lado la miraba sin que ella tuviera  conocimiento de la situación. Los ojos de aquel hombre no podían o más bien no querían dejar de observarla, así de relajada, de tranquila. Tras unos minutos, su mano se encaminó a acariciar el rostro de la mujer que tan plácidamente reposaba a unos centímetros de su cuerpo. Ella, esbozó una sonrisa, a pesar de no haber despertado.

Pasaron las horas mientras uno dormía y el otro soñaba.


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