Permanecía tumbada boca abajo con los ojos cerrados. Su melena
se apoyaba en la almohada. Dormía, respirando con calma y serenidad. Perfecta
definición de quietud, pensó él mientras tumbado a su lado la miraba sin que
ella tuviera conocimiento de la situación.
Los ojos de aquel hombre no podían o más bien no querían dejar de observarla,
así de relajada, de tranquila. Tras unos minutos, su mano se encaminó a
acariciar el rostro de la mujer que tan plácidamente reposaba a unos
centímetros de su cuerpo. Ella, esbozó una sonrisa, a pesar de no haber
despertado.
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