viernes, 3 de febrero de 2012

Abrazado a una botella.


( Un texto que escribí hace tiempo y que hoy me ha encantado releer.)

Un brazo se asomó por su hombro, apoyando la mano en su pecho. Aquel trozo de vidrio se había llenado de sus lágrimas, pero ahora veía la botella medio vacía, porque esos dedos protegían sus latidos. Continuaba respirando profundamente sin darse la vuelta… Cerró los ojos, como siempre que se sentía verdaderamente cómodo. Su mano se dirigió hacia el encuentro de quien se apoyaba en él. Sintió su tacto, suave tacto, mientras no podía más que acariciar cada milímetro de esa piel que compartía el momento. Las penas, aquellas puñaladas desgarradoras, se sentían mas lejanas, menos presentes, cuando se fundían en uno sólo. El tiempo pasó en silencio, rápidamente. Abrió los ojos tras un suspiro eterno, de esos de “fin de una buena historia”. Su mirada no buscó, pero si se encontró de nuevo con aquel vidrio verde que albergaba sus lagrimas. Se sorprendió al ver que el nivel del líquido había bajado, que parte del contenido se había evaporado mientras sentía piel con piel. Alejó su mano, se dio la vuelta, miró a aquellos ojos que le habían acompañado y mientras sonreía la abrazó durante otras diez mil vueltas de las agujas del reloj.

La magia del tacto, lo especial de esa fusión...Nada más es necesario, ni siquiera entenderlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario