Las ideas corrían pasillo arriba, pasillo abajo. Ausencia del
sentido del “ayer”. Cambios de dirección constantes en su mirada. Sonrisa, como
a ella le gustaba, como ella necesitaba, presente sin mutación. Las palabras
fluían sin tener conexión con el resto de su ser. Nadie forzaba nada. Los
segundos volaban sin necesidad de tenerlo en cuenta. Fue callada con un beso,
seguido de un millón más.
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