Comenzó a caminar. Aquella estampa era habitual para ella.
La hizo habitual en el peor momento de su vida. Hizo callo en sus pies mientras
aliviaba su pecho. Todos los días pasaba por aquel lugar, sin apreciar lo que
significó en las hojas del calendario que ya estaban arrancadas.Un día más sus
pies pasaron por allí, pero esta vez su mirada no se distrajo, esta vez sus
ojos volvieron a clavarse en aquel banco de piedra que tanto le había escuchado
llorar.
Se acercó tímidamente, estiró el brazo y dejó que su mano se
empapara del frío de aquella piedra blanca que tantas veces le había arropado.
Su mano comenzó a acariciar aquel pedazo de pasado con todo el cariño del
mundo, a pesar de ser lo ridículo de la situación.
Se sentó y sacó un cigarro del bolso. Mientras fumaba
observaba aquel cielo que era idéntico al que solía ver cuando allí se sentaba,
cuarteado, con mil tonalidades, reflejando la luz que en el horizonte intentaba
abandonar el día.
Calada a calada se consumían sus pensamientos. No solía
pensar en aquello porque simplemente era algo superado, algo que no le movía
una sola peca. Y en realidad, ni siquiera en esa situación pensaba en aquello,
sino en ella hacía un tiempo.Lo demás era puro atrezzo de una función de
tercera.
Se despidió de aquel lugar dándose cuenta de que su sonrisa había
permanecido presente en todo momento, de que ahora le tocaba a ella crear
nuevas situaciones que contarle a aquel fiel amigo de piedra que siempre le
había dejado acompañarle.
No consentía que nada ni nadie perturbara su felicidad,
porque al fin era feliz, porque al fin sabía lo que en esta vida importaba
realmente.
Sobrevuela su cabeza lo que parece ser un pájaro que la
llama tremendamente la atención.Como mujer curiosa que es, desvía su camino
para poderle ver de cerca…Se posa encima de un árbol mientras ella busca el
lugar perfecto desde el que poder ver bien a ese animal que ha despertado su
interés. Resulta que es una lechuza. Un final perfecto para una noche
interesante.
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