domingo, 16 de octubre de 2011

El mar.


Un texto de esos que llevan escritos mucho tiempo, y que hoy me apetece compartir.

Ella necesitaba ver el mar.No paraba de pensarlo desde hacía ya un par de semanas. Quería no tener que tirar de recuerdo para sentir lo que siente cuando lo tiene delante.
Y ese fue el mejor regalo, encontrarse con él. Allí estaba delante de su tranquilidad, de aquello que le aportaba todo sin hacer falta nada. Cerró los ojos mientras escuchaba como las olas morían en la playa, cómo algunas extraviadas chocaban contra las rocas. Su respiración era lenta y profunda. Comenzó a notar cómo las gotas de lluvia caían sobre su piel, mientras ella permanecía inmóvil, sin abrir los ojos, sin dar la oportunidad de que algo cambiase en aquella situación que ella necesitaba tanto. Su reloj se aceleró, a pesar de lo ralentizado de su ritmo cardiaco. Normalmente cuando no veía, se sentía vulnerable, fácilmente atacable, pero en aquel lugar sucedía lo contrario…Sentía una relajación increíble, sin miedo a que nadie apareciera tras ella para asustarla o acelerarla.
Cuando las manijas del reloj ya habían perdido la cuenta de cuántas vueltas llevaban dadas, sintió el impulso de abrir los ojos. Se miró a la mano izquierda, y allí vió aquel anillo que tanto tiempo la había acompañado noche y día, que tanto había significado para ella.
Comenzó a caminar por el paseo marítimo sin perder de vista el mar, mientras jugaba con el muro que la separaba del mismo. Volvió a perderse en aquel manto azul, se quitó aquel pequeño anillo que tantas cosas había vivido junto a ella y lo dejó caer….Dejó que fuera engullido por aquella inmensidad sin vuelta atrás.

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