Había vuelto a ver el sol brillar con toda su fuerza
mientras de camino a casa charlaba con una de las personas más importantes de
su vida, su gran amiga. Compartieron
surrealismos, como piezas de un puzle que necesita de unas cuantas para poder
ver la imagen que esconde. Desayunaron en la cafetería en la que, mil y una
historias se habían contado en un pasado lejano, en una edad de inexperiencia
vital en la que sentían que se comían el mundo sin saber ni tan siquiera a qué
sabía el primer bocado. Muchos intentaban conseguir que su sonrisa fuera
compartida, intentaban hacer que su mirada se clavase durante más de un minuto
sobre ellos, pero no resultaba.Ella era demasiado feliz jugando a un juego en
el que se sentía plenamente cómoda. Su sonrisa, sus ojos, eran suyos aunque en
ocasiones los compartiese, no se planteaba dejar que permanecieran más de dos
suspiros en el mismo lugar.
Ya no consentía que un eclipse trajera consigo pánico. Por
mucho que la tierra temblase, ella seguía tocándola con los dedos de sus pies.
El olor a azufre no le era molesto, tan sólo continuaba mientras su alrededor
mutaba una y otra vez sin parar…Pero a ella le daba igual, porque su felicidad
tan sólo dependía de si misma. Su escepticismo era, como todo en ella, bipolar
siendo una pieza importante del juego.
Había dejado de vivir vidas ajenas para centrarse tan sólo
en la propia. Ya no observaba lo que ocurría en otros tableros, el suyo era el
único que llamaba su atención. Su mirada no se desviaba más allá de lo
necesario para seguir engordando su libro de vida.
A cada anochecer le acompañaba una tirada de dados, de unos
dados con un millón de combinaciones posibles (n! ). Ninguna luna era igual que
la anterior. Ninguna combinación se repetía por el momento, y eso incrementaba
su satisfacción.
Una vez más tiró los dados, y consiguió sin tener que hacer
nada, vivir tres noches para el recuerdo. De aquellas que ,cuando ella sea una
anciana, serán en parte responsables de la sonrisa que la provocará al recordar
esta época.
La guinda la pone un amigo sin sentido, una persona con la
que a ella le encantaba hablar. De esos pocos seres que no complican la
sencillez, que muestran con sinceridad las cartas que tienen y que la hace reir
sin necesidad de sentir.
“La oscuridad es la ausencia de luz….El frío es la ausencia
de calor…Grandes conversaciones que suelen acaban con un contador desigual,
pero igualadas en carcajadas”.
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