Aquella cala era el lugar perfecto para albergar aquella
situación. Una toalla sobre la arena, sobre la que ella y su acompañante
compartían las vistas del oleaje chocando contra las rocas. Una botella de vino
y una tableta de chocolate son sus únicos compañeros mientras las palabras
fluyen con una facilidad asombrosa. No hay silencios, ni incomodidades.Parece
que se conocen de toda la vida. Siguen compartiendo todo sin que nada les
interrumpa. Las letras brotan sin ser pensadas ni calculadas…naturalidad ante
todo. Se hacen sonreir. ¡Qué importante es eso!. No controlan las miradas, pero
no importa porque las voces marcan el ritmo. La brisa les mece mientras
continúan contando lo que a ambos les une. Tienen mucho en común, demasiado
quizá.
Todos nos perdemos. Toda vida tiene puntos en los que el
color se desvanece, dejando intuir las formas simplemente por el contraste del
blanco sobre el negro. Lo que en otra época nos hizo felices, a veces se
convierte en el foco de nuestra tristeza. Demasiados pensamientos que recorren
nuestro cuerpo intentado buscar soluciones que no se encuentran en otro lugar
que no sea en nosotros mismos. Dudas que enturbian sonrisas pasadas que ,depende
de la situación ,son o no recuperables. Pero por experiencia propia aquella mujer
sabía que todas las penas acaban, todas las dudas se resuelven si somos
sinceros con nosotros mismos. Y eso es lo que ella intentaba trasmitirle a
aquel amigo que había perdido la luz de su norte, que sólo podía ver la niebla
que se interponía entre él y sus sentimientos.
Tan sólo buscaba la sonrisa de quien escuchaba lo que ella
decía. No intentaba entender por qué la importaba esa sonrisa.No intentaba
buscar las razones que hacían que aquella persona tuviera tanto en común con
ella. No la preocupaba ser ella de verdad en un tanto por ciento alto frente a
este compañero de juego. Se sentía relajada, ante lo que en otra situación no
le hubiera aportado absolutamente nada.
El sol dejó paso a la luna, o la luna al sol. Ellos
continuaron compartiendo lo que ni siquiera compartían con sus compañeros de
toda la vida, mientras él acariciaba la espalda de su amiga a ritmo de
consejos.
Me parece poco darle a ensoñador
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