lunes, 21 de noviembre de 2011

Debilidad.


Veía cómo la persona que tenía delante no podía levantar sus pies del suelo, cómo desplazarse le implicaba reptar, arrastrar su cuerpo sin poder ponerle remedio. Después de un tiempo, pudo comenzar a caminar normal, mientras ella seguía observando cómo lo hacía. A pesar de que ya no se arrastraba, su debilidad era más que obvia, persistía a modo de recordatorio de lo que le sucedió cuando ella no podía mirar. Perdió el mundo de vista por un momento, tardó en encontrarlo de nuevo un tiempo que le pareció una eternidad, y para aquella persona ya no era lo mismo, estaría marcada por aquello que le sucedió, por aquello que le hizo desvelarse y sentir cómo se rompía por dentro día tras día.
Dio mil abrazos desde su debilidad. Necesitaba sentir protección, pero cuando la notaba durante tres segundos seguidos los fantasmas rondaban su cuerpo, haciendo que respirar implicara un gran esfuerzo.
Los barrotes de esa cárcel, en la que le encerraron y que ahora mantenía en pie, separaban con gran solidez lo que no sabía delimitar de “motu proprio”.
La arena de aquel reloj continuaba cayendo, acercándose el momento en el que habría que darse cuenta de que su tiempo había acabado.
Ella continuaba observando esta historia que no era suya, participando como espectadora…espectadora a la que le encantaría regalarle un salvavidas y hacer que se arriesgara a sentir, para bien o para mal.


No hay comentarios:

Publicar un comentario