Apoyada en un poste, recibe la sorpresa de quien se
encuentra a su lado esperando que se percate de su presencia. Una sonrisa como
mejor saludo. A pesar de no hacer frío, se lo transmite mientras la calidez es
la verdadera protagonista. Se agarran y comienzan a caminar hablando de un
millón de cosas, con paradas frecuentes debajo de la luz de las farolas, que
alumbran aquellas grandes calles. Empiezan a desandar el camino andado …
Conversaciones llenas de sonrisas de esas que tanto le gustaban a ella, de esas
que nacen sin necesidad de ensayarlas.
Un café de los que tanto les gustaba a ambos como único atrezzo
de aquella escena. Como curiosos que eran, no pudieron evitar probar el café
del otro. Volvió a vender…Volvió a comprar…
Aquella gran ciudad tan iluminada siempre, en la que un lugar oscuro era una leyenda, le seguía regalando tardes en las que el reloj se volvía loco.
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