Se apoyó sobre aquellas grandes ventanas que siempre habían
sido sus ojos al exterior. Su brazo comienza a empaparse del frío que las gotas
transmiten desde el otro dado de ese cristal que comparten, que separa a ambos
elementos permitiendo observar pero no calar.
Su mirada se perdía en el horizonte mientras las yemas de
sus dedos perseguían el recorrido de las gotas que decoraban el cristal desde el
otro lado. Mil pensamientos que la provocan una de esas sonrisas tan suyas, tan
únicas, de esas que sólo se amplían hasta el infinito en soledad.
Su respiración se ralentiza como cada vez que el ruido del
agua la acompaña, ese sonido que tanto la gusta…Y piensa una vez más, que todos
los momentos especiales están rodeados de agua, siempre!. Coge aire oxidándose
lentamente mientras sus ojos verdes continúan observando sin buscar. Para ella
hay cosas que lo más cerca que las quiere es en la luna.
Continúa jugando con las gotas de agua sin poder llegar a
tocarlas. De pronto una canción conocida comienza a sonar tras de ella. Con la
misma lentitud con la que coge aire, se da la vuelta, coge el teléfono y ve en
la pantalla un nombre conocido. Suspira profundo, sin que entienda la razón…Aunque
intuye que es causado por la comodidad de quien “no dice la verdad, pero nunca
la ha mentido”.
Su mejor terapia era no esperar nada a cambio, no pedir nada
que no se hubiera cumplido ya en ese pasado imperfecto que tanto la gustaba
tener en su mochila.
No jugaba con excesos insanos. No había perdido el norte
para cambiarlo por un sucio sur, simplemente sus puntos cardinales se habían
reorganizado. Su brújula continuaba funcionando perfectamente, perdiéndose donde
ella decidía hacerlo.
Continuó observando ese exterior mojado, esas gotas que
tanto la llenaban de calidez…Su sonrisa no podía ser mayor.
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