De camino a casa ,desde un sitio que no conocía a pesar de
tener mucho significado para ella, dejaba que sus pensamientos fluyeses como
siempre, de ese modo tan único que le hacía a ojos de los demás la persona más
despistada del mundo. Muchas veces cuando se daba cuenta se había pasado su
casa, todo por ir metida en su mundo de “fantasía real”.
Sus neuronas continuaban revoloteando a una velocidad
excesiva. Y de pronto, sin saber por que razón recordó aquella imagen que a
pesar de ser algo vivido en primera persona, incluso en el mismo momento de
suceder, ella vió desde fuera. Allí había dos personas, una botella de vino y
una copa. Fue una noche que a pesar de no tener nada de especial, para ella lo
fue. Qué curioso que se acuerde de eso, que sepa que no tuvo ningún sentimiento
de esos que ella temía, y a pesar de ello le siguiera provocando una sonrisa
plena.
Empezaba a echarse de menos a si misma…Empezaba a echar de
menos esos miedos que la parapetaban, que la consentían sólo ciertas licencias,
y que en el fondo a pesar de parecer algo malo, le hacían tremendamente feliz.
Había escrito uno de esos textos que nunca serían leídos por nadie que no fuera
ella. Esa pequeña biblioteca privada que tenía tanto de su vida que no podía
ser compartida, ni siquiera por aquellos que le querían. Esos escritos eran su
terapia, los llevaba escribiendo muchos años sin que nadie tuviera conocimiento
de ello…Los escribía sin pensar, sin dejar que la delicadeza tiñera sus
palabras de un color más agradable a los ojos propios y ajenos.
Escribió y releyó. Después se dio cuenta de que se estaba
complicando, su esencia en parte estaba difuminándose por el aire, dejando que
otros la respiraran y se la llevaran…Y no le gustó.
Se prometió mucho. Cumplió mucho. Y ahora debía comenzar a
desandar ese camino andado y volver a cumplir lo prometido.
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