En la pared marcadas con tiza siete rayas, debía ser domingo.
Aquel sofá le mecía suavemente mientras su mirada despistada sabía de la
existencia de aquella figura de hielo tras de ella. Esa figura que ella había
moldeado con mucho esfuerzo durante mucho tiempo, esa figura que ella retocaba
muy rara vez para que su forma de cisne fuera perfecta.
Las nubes continuaban deslizándose sobre el cielo a gran
velocidad. Comenzó a oir un ruído rítmico, de algo que chocaba contra el sueño
marcando los tempos perfectamente, sin variaciones.
Desvió su mirada hacia aquel cisne que tanto sudor y
lágrimas le había costado conseguir. Se estaba deshaciendo levemente, aquel
ruido eran las gotas que caían mientras se derretía deformando sus formas
perfectas. Era muy leve, pero lo suficiente para que la figura perdiera su
perfección definición.
A ella le atemorizaba que llegara el verano, que el calor
atacase a su cisne, que ese hielo perfecto se convirtiera en un charco sin
forma, convirtiéndose en un mero recuerdo de su trabajo.
A pesar de temer, y de saber que sus miedos eran fundados,
permanecía impasible escuchando como se derretía, eso sí, sin la tranquilidad
que le caracterizaba.
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