Un día sin previo aviso él se acordó de ella. Comenzaron a
charlar como siempre, sin necesidad de temer silencios, eso era una cosa que
entre ellos nunca había existido. En otro tiempo, hablaron mucho, compartieron
mucho, y por todo ello, le guardaba mucho cariño a ese compañero de vivencias,
de llamadas, de risas y de muchas cosas. A pesar de que ya no pasaban las horas
contándose su día, riéndose de su alrededor, comentando sus jugadas, él
apareció y a ella le agradó saber de él.
Se preguntaron por sus vidas en las semanas que no habían
hablado, pero como siempre con un toque especial, no tenían ningún tabú, se
contaban lo más íntimo, aunque implicara bajarse los pantalones, demostrar
debilidad, o demostrar la estupidez humana… Se entendían, ¡siempre lo hicieron!.
Coleccionaban trocitos de vida paralelos en ciertos aspectos,
a pesar de ser tan distintos ella siempre pensó que eran muy iguales. Cuando se
conocieron venían los dos del mismo camino, compartieron parte de él, y
continuaron complicándose en brújulas ajenas asemejando situaciones, pero a la
inversa.
Las letras se encaminaron a un advertencia: “Cantos de
sirena”… Con eso me lo dijo todo, sin tener que decir nada.
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