Todos tendemos a ver los errores en las combinaciones
ajenas. Las propias siempre son las que perdurarán, las que están construidas
con materiales férreos, las que no son susceptibles de cambios… Lo nuestro
siempre es lo mejor. Podemos creer que un comportamiento en otro es incorrecto,
incluso criticarlo, mientras una persona que queremos actúa en espejo y en vez
de regañar, asumimos sus actuaciones escudándolas en matices que distinguen
ambas situaciones, inapreciables para ojos objetivos.
Algunos diseccionamos nuestras acciones pasadas, desmembrando
tanto las letras positivas como las negativas, sonsacándoles la información
necesaria para ver nuestros fallos, nuestras actuaciones nada beneficiosas, de
las que con tiempo podemos exprimir el contenido necesario para continuar
aprendiendo de nosotros mismos y , lo que es más importante, de quienes
compartieron segundos a nuestro lado y nos enseñaron a ser mejores.
Hay algunos fallos de esos de los que hablo que no son
directamente nuestros, pero consentir es asumir que somos responsables en el
mismo tanto por ciento que quien protagonizó malas acciones, o más bien
inapropiadas.
Todo esto es positivo, porque se aprende más de los fallos que
de las virtudes o buenas acciones. Pero todo deja huella, todo marca sobre la
piel surcos para recordarnos que en el pasado estuvimos vivos…Unas positivas,
otras no tanto.
Hay quien se llena de secuelas, taras, o malformaciones de
pensamiento (como queramos llamarlo) que les impide vivir ciertas situaciones
con la normalidad que aportaba la “virginidad respecto al dolor”. Como en todo,
hay grados… Una persona puede convertirse en un ser totalmente desconfiado y de
pronto encontrar a quien le aporte a modo de amistad la tranquilidad que sólo
da la confianza. Pero aún sucediendo eso, de vez en cuando, esas secuelas
deciden tomar el mando desplazando esa parte racional que se
basa en lo que se conoce, para liberar todos aquellos miedos que se encargan de
gestionar las situaciones buscando, o centrándose en partes del puzle que no le
cuadran, imaginándose lo peor… Creyendo que no es lo peor, sino lo que
realmente hay detrás de una situación que aparentemente se caracteriza por la
normalidad.
Todos de un modo y otro estamos tarados… Hay quien esconde
esa parte de su personalidad, hay quien las expone faltándoles solo vender
entradas para admirarlas… Y hay quien, como yo, es de las primeras, excepto con
quien es de las segundas.
Me ha gustado mucho, Ner.
ResponderEliminarGrandes verdades.
Pensaba que las secuelas con el tiempo desaparecían, pero creo que no, que se quedan más o menos para siempre.
Putada, pero bueno, así es la vida :)
Muak!
Pequeña, me alegro de que haya molado ;) . Pero discrepo, las secuelas se van con el tiempo, convirtiéndose en experiencias de las que aprendemos sin que nos afecten... pero para eso tenemos que querer (esto es lo que suele fallarnos)...O eso creo yo, que soy un pequeño saquito de "taras" :P . Un bes.OTE.
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