Música tranquila de fondo, aportando armonía a la situación.
Luz tenue que crea un juego de sombras imperfectas sobre la pared. Bailoteo de
las llamas de las velas mientras las luces y sombras corretean musicalmente a
su alrededor. Una copa de vino sujetada con ambas manos llena de aroma perfecto
sus sentidos. Acompañada por sí misma, y el vacío. Su respiración pasa
inadvertida en este escenario en el que se ve desde fuera y en blanco y negro.
Desea pocas cosas pero siempre protagonizadas por la
sorpresa y la ilusión. Quizá eso es lo único que no tiene, una dosis equilibrada
de detalles que no se espere. Hacía unos meses se había tranquilizado,
eliminando de la partida la incertidumbre de las cartas que le tocaban. Ahora
sólo la mitad seguían boca abajo, el resto mostraban todos los secretos de la
partida.
Continuaba intuyendo las formas de su alrededor mientras sus
pupilas dilatadas en la oscuridad seguían armoniosamente relajadas.
Tenía lo que quería, no se podía quejar de nada. Le habían
regalado pedacitos puros de algo que suele ser enturbiado por sentidos ajenos.
Respiraba profundo y seguía sin poderse quejar.
Lo que más le había gustado siempre de su nueva vida, era
poderse sorprender con sus reacciones, con una pequeña colección de locuras
sanas y con aquellas sorpresas que había recibido aunque posiblemente llevaba
demasiado sin una.
Terminó su copa de vino. Suspiró. Y mientras la rellenaba de
nuevo, sonreía a pesar de saber que le faltaban detalles que le aportaran
pequeños momentos emocionantes.
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