El poder de una mirada…cuantas veces habré hablado de ello.
Hay quien te mira y sientes lo que no dice, lo que puede llegar a esconder con
palabras descompuestas, lo que miente a golpe de vibración. Los ojos son la
parte inconsciente de nuestro mundo, lo más puro que permanece pase o no pase
la vida, nos hayan hecho reír o llorar. Es la parte que nos recuerda que fuimos
niños, que dice (antes que nosotros mismos) lo que queremos, lo que nos gusta,
lo que sentimos. Si somos observadores, a nuestro alrededor, se suceden a
diario mil historias en las que la protagonista es una mirada… Dos personas que
se desean sin tener valor de decirlo en alto, personas que tienen algo que no
puede ser mostrado al público por miedo o por prudencia… Mil historias y todas
apreciables si observamos la forma de mirar. Pestañeos ralentizados que
pretenden despertar deseo, complicidad entre pupilas que desde fuera se aprecia
con nitidez.
Hay quien prefiere mil palabras bonitas, yo soy uno de esos
seres que prefiere unas pocas, siempre y cuando vayan acompañadas de la mirada
adecuada.
Transparencia, “incapacitación para mentir” de lo que
nosotros no controlamos, de los pocos rincones de nuestro cuerpo que no pueden
disimular lo que pensamos.
Demasiadas palabras para el recuerdo, verdaderas de ellas
tan sólo un puñado. Decepción por una mirada que resultó no ser sincera,
ninguna. Contador desigual que aporta magia y claridad a nuestros días.
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