lunes, 5 de diciembre de 2011

Bases.


Como ya he dicho en historias anteriores, ella no creía en aquello de que la gente podía cambiar de la noche al día…La vida que es sabia, y pícara, decidió enseñarle varias lecciones de golpe, entre ellas que eso era mentira. Lo vivido nos va moldeando, en ocasiones puliendo nuestra silueta perfeccionando nuestras formas, en otras marcando sobre nuestra piel surcos que a modo de imperfecciones nos marcan el pasado para que nunca nos olvidemos de lo que fuimos, de lo que vivimos, de lo que nos ha llevado a ser lo que ahora somos.
Había tenido otra de esas situaciones en las que sus palabras brotaban a modo de consejos, y en la que su interlocutor la miraba asombrado y acababa diciéndole todo lo que había cambiado. No podía evitarlo, recibir esas palabras la satisfacía en exceso. Ella se daba cuenta de que no tenía nada que ver con su “yo” de antes, pero aún así muchas veces necesitaba escucharlo para recordarlo y sentirse orgullosa de lo que era en un presente imperfecto pero feliz.
Y una conversación más en ese contador de millones, le hizo ver que esas “taras” que ella decía orgullosa que existían pero no afectaban a nadie, si afectaban, al menos una se había escapado de su cajita hermética que protegía a su alrededor de sus “erratas adquiridas”.
Era una tara curiosa…Cuanto mejor salían las cosas,más fuerza tenía la idea de que algo tenía que cambiar, que algo saldría mal pronto.A pesar de lo que puede parecer dicho así, ella no era negativa, simplemente su realismo se había recrudecido, sumándose a que hacía ya un tiempo decidió dejar de interpretar actuaciones ajenas.
Supongo que en el fondo creía que todos hacíamos daño a quienes teníamos alrededor, fuera aposta o sin querer, y como llevaba un tiempo sin recibir esa parte negativa, permanecía expectante su llegada.
A pesar de ello, ella seguía disfrutando ese presente que le estaban regalando y por el momento le hacía sonreir. Llevaba un tiempo disfrutando de una felicidad que (y esto le encantaba tenerlo presente) no dependía de nada ni de nadie, solo de ella misma.
Recuerda otra frase que le dijo a aquel amigo ese día de invierno, sentados en un banco de una gran avenida café en mano… “Por desgracia en esta vida nadie es imprescindible”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario