Aquella mujer que siempre había caminado dudosa por la vida
asegurando su memoria a golpe de fotografía, de pronto sentía firmeza en sus
pasos, en sus decisiones aún cuando se veía claramente un tinte incorrecto en las mismas.
Para ella todo era digno de admiración, de pasar al recuerdo…En ocasiones una
piedra, una simple piedra, era lo suficientemente especial como para tener que
inmortalizarla a pesar de que posiblemente a ojos ajenos fuera “parte de un
decorado diario”. Hacía tiempo que sus
cámaras permanecían dentro de su bolso, sin darles la oportunidad de guardar
ciertos instantes para el futuro. No sabía por qué pero lo que antes era una
constante se había convertido en algo que, para ella, pasaba desapercibido. Todo
la seguía llamando la atención, pero no tenía la necesidad de disparar su flash
para recordarlo.
Un día se encontró frente a aquella gran caja blanca en la
que guardaba todas sus fotos, las que ella hizo, las que le hicieron…Su pasado
cabía en una caja. Comenzó a verlas intentando seleccionar aquellas que la
hicieran sonreír de un modo distinto. Todas le provocaban buenos recuerdos,
sonrisas correctas, pero ella no quería adornar su pared con “pasado correcto”,
sino con ese pasado que la hiciera sonreír hasta el infinito sin necesidad de
nada más.
Se dio cuenta de que el puñado de las que había seleccionado
era mínimo en comparación con lo que seguía quedando apartado en esa caja… Un
escalofrío recorrió su cuerpo, impulsándola, empujándola a coger una de sus
cámaras para comenzar a fotografiar, para empezar a crear un “nuevo pasado” .Su
presente era digno de inmortalizar, pero a la vez, exprimía tanto cada segundo
que no se acordaba de enfocar el momento más allá de en su cabeza y en su
sonrisa.
“Prefería el flash de los ojos que la miraban. Prefería
enfocar una sonrisa en su memoria.”
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