Había retrocedido unas pocas casillas.
Algo había cambiado en ella hacía tiempo, se había marcado a
golpe de monólogos la base de su nueva
vida. Lo que tantas veces se había dicho a sí misma se había impregnado en su
piel. Tanto para bien como para mal, tanto las cosas buenas como las malas, se
las impuso con la fuerza que da la realidad, sin dejar que otros se las
hicieran ver proporcionándole tristeza o debilidad.
Comenzó a relajarse, a dejar que lo que la protegía quedara
a buen recaudo en el armario. Las lunas comenzaron a dejar una estela de noches
en las que perdió de vista aquella realidad que tan a fuego se había escrito en
su interior. Y entonces sucedió. Aquello no le supuso dolor porque ella pensara
en futuro o en algo que quería y no tenía, porque ni se lo había planteado.
Pero es cierto que el fondo de eso, lo extrapoló a esos monólogos que tanto le
habían servido para asumir. El trabajo que tanto tiempo le costó hacer, se
había disipado levemente. Su cabeza tuvo que comenzar de nuevo a repetirla las
verdades crudamente…Era una persona más sin destacar, era aquella que debía
recordar que fiarse de ciertas cosas era sinónimo de decepcionarse, era la
misma que pasó de sentirse hiper querida a sentirse ignorada. Recuerdos de un
pasado ya lejano, que no volvería a olvidar y que ahora tomaban más fuerza.
Volvió a coger el punzón para dar forma a ese hielo que su
corazón albergaba. La capa era más fina que antes pero a base de cuidados,
estaba segura de que el grosor no sólo se recuperaría sino que crecería.
Para ella nada había cambiado en la situación que desembocó
en la vuelta a la realidad. Pero había vuelto a sentirse “una persona más en el
mundo” y eso le daba pena.
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