lunes, 12 de diciembre de 2011

Un día raro.


Sus ojos seguían clavados en aquel folio en blanco. Tenía mil cosas dentro de ella, mil sentimientos que deseaba sacar para aliviar la presión, pero no sabía por dónde empezar. Continuó dejando que sus neuronas chocasen sin sentido, escenificando situaciones pasadas. Sintió que lo que ella era, lo que había vivido, a pesar de no haberle mutilado, le había dejado unas marcas llamativas. Curioso que todo transcurriera el día en el que en otro tiempo celebraba un “cumpleaños” (casualidades de esas que se le adosaban a la espalda constantemente). Necesitaba leer aquello que leyó, pero al mismo tiempo lo único que quería era un abrazo aunque fuera fugaz, de segundos…No lo quería, lo necesitaba. No quería volver a pensar en aquello, que en ese día raro, le había hecho dejar los motes en un cajón y había arrebatado la sonrisa que menos se merecía desaparecer. Siempre que se proponía algo así lo conseguía, porque a pesar de ser muy sentimental para algunas cosas, también era extremadamente fría y racional para otras. Había decidido aprovechar, disfrutar, no pensar. Su inspiración no llegó, continuó observando aquel trozo de papel sin ser capaz de escribir ni una sola palabra.

Sólo podía pensar en que seguía necesitando ese abrazo.

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