Cuando somos más pequeños solemos regalar nuestro ser al
primero que nos hace sonreír de un modo distinto. Con el paso de los años nos
percatamos de que no nos arrepentimos de habernos desnudado frente a quien supo
valorar nuestros sentimientos aunque fuera en un pasado imperfecto, lleno de
taras que se tendrían que haber eliminado hacía mucho. No deberíamos arrepentirnos
jamás de haber sonreído para alguien, de haber sentido amor a pesar de que
acabara bien o mal. No deberíamos condenar a nuestro pasado por errores en los
que hemos participado de forma activa, consintiéndolos. Quizás las lágrimas
pesan más que las risas en nuestro recuerdo, pero por eso mismo deberíamos
comenzar a involucionar, a ver que todo lo vivido es útil, que nuestros
compañeros de juego de otra vida nos enseñaron muchas cosas, quizás a querer, a
no temer…a pesar de ser después quienes nos enseñaron a “odiar”, a tener pánico…
Con los años nos hacemos un poquito más sabios, comenzamos a
saber…saber a quien darle nuestro cariño…saber a quien poder regalarle sonrisas
sinceras… saber a quien vale la pena abrirse… saber que si nos equivocamos en todos estos “saberes”
habrá valido la pena por intentarlo…
Alejarse es sano, pero siempre y cuando tengamos muy
presente que aquello existió, que es parte importante de cómo sentimos o cómo
no lo hacemos.
Ya sabes que siempre tendré letras que escribirte pequeña…y
más cuando vea que tienes vértigo. Hay “SIEMPRES” que lo son de verdad .
No hay comentarios:
Publicar un comentario